SOCIAL MEDIA

La marca contra el diseñador

|  
(0 votes)

No hace mucho tiempo que el debate sobre la supremacía de la moda _ la marca contra el diseñador _ era una conversación interesante. Pero después de un año de las maquinaciones de grandes diseñadores, está muy claro que las marcas tienen el poder y, como virtualmente todos los demás empleados, los diseñadores están para complacer a sus jefes.

Apenas una revelación, en términos literales: el jefe es el jefe. Sin embargo, en los más altos niveles de la moda, en las casas ilustres, por un buen tiempo, el alimentar el aura del diseñador como una deidad sirvió a los intereses de los patrones. A los diseñadores se les concedió una libertad creativa sin fin y, al menos públicamente, el apoyo para realizar sus visiones y conservar su estatura a los ojos de un público obsesionado con la moda.

Ahora todas las apuestas se han retirado. En un momento de desafío al lujo y una densa población de diseñadores convincentes, aunque no siempre probados, los directores generales y los jefes de los grupos a los que responden tienen menos paciencia y más miradas lascivas que nunca antes. Mientras tanto, la moda está siendo marcada por temporadas interminables, demandas globales que incluyen viajes y escaso tiempo de inactividad para la esencial recarga creativa. Así, algunos diseñadores han expresado su deseo de suspiro a tener una vida. El resultado: una puerta giratoria de diseñadores que repentinamente se usa con frecuencia.

Desde la fundadora de la casa Donna Karan hasta un par de chicos de contratos para un solo proyecto, Raf Simons de Dior y Alexander Wang de Balenciaga, los diseñadores de alto nivel protagonizaron salidas dramáticas con una frecuencia sin precedentes. La partida de Karan, la suspensión de su etiqueta característica y su reemplazo en DKNY por Maxwell Osborne y Dao-Yi Chow fueron la culminación de tal vez una inquietud largo tiempo macerada por parte de LVMH Louis Vuitton después de años de ser el dueño de DKI. 

En Dior, la salida de Simons fue sorpresiva a pesar de meses de rumores. Con su llegada había concluido una búsqueda de un año después de la debacle de John Galliano, durante el cual la casa flotó en un limbo creativo y mercadológico. Pocos habrían pensado que la estancia de Simons resultaría en otro interinato. Galliano impuso a Dior la imagen de un intenso y maravilloso romance, teñido diversamente de angustia, ira y fantasía; y los problemas de la modernidad. Simons llegó como el modernista extremo. Sin embargo, a pesar de que hizo un trabajo hermoso, no estuvo allí el tiempo suficiente para imponer totalmente su visión como el look de la casa.

Aún con todo el brillo del nombre de Balenciaga, su resonancia histórica es mucho menor que la de Dior, ya que sus operaciones son a una escala distinta. Si se añade a eso que, a pesar de algunas muy buenas colecciones, la relación Wang-Balenciaga nunca capturó la magia, y la salida del diseñador resultó relativamente libre de conmoción.

En ambos casos, los movimientos parecieron acuerdos mutuos: Sin resentimientos, gracias por sus servicios. En un comunicado, Simons reconoció que las responsabilidades en una casa importante son implacables. Basó su decisión, dijo, "por completo e igualmente en mi deseo de centrarme en otros intereses en mi vida, incluyendo mi propia marca y las pasiones que me impulsan fuera de mi trabajo". Por su parte, cuando Wang hizo su último recorrido tras un desfile por la pasarela de Balenciaga, su alegre comportamiento pudo interpretarse como la metáfora de un guerrero: No podía dejar París con la suficiente rapidez.

Luego está Alber Elbaz, quien trabajara para Lanvin. A diferencia de Simons y Wang, Elbaz era uno de los pocos empleados de diseño con una larga antigüedad que quedaban en una casa de moda importante. Sin demeritar el histórico legado de Jeanne Lanvin, en lo que concierne a la población consumidora de la moda, Elbaz era Lanvin, y elevó a la largamente dormida marca a una posición de prominencia e influencia. Lanvin prácticamente no tiene identidad en la moda, aparte de la obra y la imagen que él proyectó. Sin embargo, este hecho no lo mantuvo en el puesto.

Elbaz, también, expresó frustración por el estilo de vida, haciéndolo público en un largo soliloquio en la Noche de las Estrellas de Fashion Group International, en octubre. "El estrépito es lo nuevo. El estrépito es lo genial ahora, y no sólo en la moda", dijo. "Yo prefiero los susurros". Pero no fue solo el agotamiento en el panorama general lo que aceleró su salida; internamente latía la discordia. "Deseo a la casa de Lanvin el futuro que se merece entre las mejores marcas de lujo francesas, y espero que encuentre la visión de negocios que necesita para encontrar el camino correcto", dijo en un comunicado cuando se fue.

Ahora, las tres marcas deben empezar de nuevo en términos de establecer su identidad prêt-à-porter de próxima generación. De los tres, solo uno ha sido contratado. Aunque es injusto decir que el periodo de Wang en Balenciaga fue un experimento fallido de Balenciaga, los resultados fueron menores a lo esperado. Eso no impidió que la directora ejecutiva Isabelle Guichot lo reemplazara con otro joven macho al rojo vivo, el creador de ropa, Demna Gvasalia, que tuvo un importante factor de fascinación y un delgado currículo, si bien intrigante. Guichot dijo que estaba sorprendida por sus ideas, "un enfoque hacia la marca que era realmente nuevo y que era realmente propio".

Lo que plantea la pregunta, desde el punto de vista creativo: ¿Y ahora qué va a alimentar a la identidad de la marca? ¿Será que Gvasalia la haga "propia"? Las expectativas son altas. Con pocas excepciones (por ejemplo, la magia que sucede en un ilustre puesto de avanzada de la Rue Cambon, una anomalía gloriosa de varios niveles), la adhesión a los códigos originales de las casas está sobrevalorada; las mujeres buscan la ropa que les encanta. Lo que importa, lo que atrae a las clientas de vuelta, es la constancia, la creencia de que esta casa me habla a mí. Lo que importa también: la mercadotecnia. Si los diseñadores van y vienen, una marca no tiene otra opción que comercializarse en torno a sus aspectos más mundanos. Estos bien pueden hablar de lujo, tradición y elegancia, y en menor medida, de la moda.

Para usar su propia identidad con la de una marca, un diseñador necesita un poco de tiempo para desarrollar esa estética combinada, y tiempo para que el consumidor la acepte como innata de la marca. Y con el nubarrón de un reemplazo a corto plazo siempre presente, ¿a cuánto de su yo creativo renunciará un diseñador?

Sin embargo, aun cuando las presiones sobre los empleados tienen un gran peso, también lo tienen las presiones de quienes trabajan por cuenta propia. En los últimos 20 años, las filas de los diseñadores jóvenes con gran resonancia de nombre han aumentado. La fascinación del público con la moda ha elevado el interés por las carreras de la industria; los jóvenes se sienten atraídos por el arte, el glamour, la creatividad y, en cierta medida, la industria.

A pesar de todo el apoyo de la industria, la moda sigue siendo un negocio muy difícil para navegar en él a pequeña escala. Sólo en diciembre, Jonathan Saunders y su socio de negocios Eiesha Bharti Pasricha cerraron su empresa; Thakoon Panichgul vendió una participación mayoritaria en su marca a Vivian Chou; y Thomas Tait, un empresario confeso, decidió renunciar a un desfile de modas para el otoño en favor de las citas individuales más matizadas, las cuales, dijo, se sienten "un poco como una oportunidad que no se ha aprovechado plenamente (todavía)”. Si bien en ese momento Tait no mencionó la presión financiera de montar un desfile importante, habló reveladoramente en WWD en mayo. A veces, dijo, “la parte de los medios de las cosas se desarrolla y se acelera a un ritmo mucho más rápido que, digamos, la parte comercial. Así que uno puede llegar a ser rápidamente algo de lo que la gente tiene conciencia, pero que todavía está en las fases de solución de problemas”.

Para otros, son buenos tiempos. Aunque nadie ha acusado a Balmain de vender de una tormenta, la colección y su diseñador, Olivier Rousteing, son la sensación de los medios sociales. Sus desfiles principales atrajeron a las Kardashian, legiones de chicas del momento, y millones de “Me gusta”; su espectáculo Balmain H&M, mostrado en Nueva York, resultó un triunfo populista, creando un frenesí minorista global. Por ahora, ese frenesí es más que suficiente, los comentarios críticos son menos importantes.

Eso es por ahora. Pero otras estrellas jóvenes aparecerán, con su propio atractivo y expectativas. También continuarán ampliando el grupo entusiasta y talentoso de diseñadores, aumentando la competencia aún más, sobre todo cuando los principales puestos están disponibles; los cuales ahora ofrecen una máxima exposición, pero poca seguridad de empleo.

Se plantea la pregunta de si el modelo del empleo de las grandes marcas debería seguir siendo el Santo Grial para los aspirantes a diseñadores. Si no, ¿cuál es la alternativa? Mantenerse independiente por un largo plazo es complicado. Pero no es imposible. Un caso a propósito: Tom Ford. Después de establecer el patrón para el empleado-diseñador glamoroso en Gucci, saliendo en medio de una espectacular rabieta y desapareciendo, volvió a aparecer en sus propios términos; términos de los que sigue haciendo alarde. Más recientemente, optó por dejar a un lado un desfile de primavera, y en su lugar produjo una colección de videos protagonizados por Lady Gaga y sus modelos favoritas. Sirvió para múltiples propósitos: tomó el lugar del desfile que Ford no tenía tiempo de montar mientras dirigía su segundo largometraje, y se vio genial en línea. En tercer lugar, aunque improbablemente un propósito no buscado: demostró que en este periodo inestable para los diseñadores, el pensamiento creativo no puede limitarse al cuaderno de dibujo y la muselina.

 

 

 

Escrito por:

Bridget Foley

WWD/Conde Nast Publications    

Email Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.